Noviembre 2012
Bajas, las Baterías están al rojo, el densímetro me avisa que no
tengo que enchufar nada. Sube el acido sulfúrico por la pipeta transparente,
traspasa en su movimiento ascendente el verde forest , el naranja
y llega al rojo cadmio claro y allí se detiene. Me asusta ese purpura.
Entonces, descubro, en algún lugar de mi mente,
aquel trepar por la Tour Eiffel,
que paralizaba el alma. Recuerdo como levitaba mi cuerpo entre la gente en
aquel ascensor… y como los líquidos de mi estómago se agitaban en mí, mientras dejaba pasar los diferentes
segmentos de la enorme estructura de acero con sus remaches. Mas de 7000 toneladas
dejaba atrás, y 2.500.000 ”rivets” apretados y seguros,- no son tornillos desmontables sino roblones sólidos que unen el acero de forma permanente, para
siempre: un eje con una cabeza, que se hace pasar a través de ambas piezas y
después se deforma el extremo del eje-Así, se sucedían en un impacto de
segundos, como si sus dos años de ejecución no hubieran significado nada, y eso
que la ejecución de la obra se hace ya sin
esfuerzo…
Lo complicado es el proyecto, el esbozo, el alma de la obra…el
dibujo sin goma, y decido aquí, que la
electricidad puedo producirla yo misma.
A la luz de una vela blanca, podría, con un ser especial llevar a cabo ese remache
sólido y en esa unión producir el voltaje que necesito…la nevera, el
electrodoméstico más constante e imprescindible lo convierto en prescindible,
arranco el cable deliberadamente y calla al fin, enmudece. No quiero otro ruido
que el que escucho cuando respiro, que imagino junto a otro ser, cerca, junto a
mi oído, soplando su aire interior. Pienso como recorro ese aire que me llega,
como lo acompaño de nuevo en su entrada…como viajo a su interior hacia sus pulmones
y tránsito por ellos, y recorro sus paredes con cavidades, y choco con puertas que nunca se abrirán…